DISCURSO DE LUIS
DONALDO COLOSIO
Glosa del Tercer Informe
del Presidente Miguel de la Madrid.
Septiembre 10, 1985
Diputado Federal LIII
Legislatura
México, D.F.,
10 de septiembre de 1985.
Cámara de Diputados, durante la sesión del día.
"Un régimen
republicano con énfasis presidencial que cumpliendo
con los preceptos legales renueva formas democráticas
en su quehacer; una sociedad libre que se organiza declarando
de interés público a los partidos políticos
con cauces amplios de participación, espacios que
permitan y señalan el ánimo de perfectibilidad
con que se conciben nuestros procesos políticos ".
Señor Presidente;
Señoras y señores diputados:
Nos encontramos hoy aquí
ante la responsabilidad que como LIII Legislatura tenemos en lo
inminente, que es la de analizar nuestra realidad nacional a la
luz del tercer informe del presidente Miguel de la Madrid.
A nadie escapa el hecho de que hoy
el mundo vive una época de cambio acelerado que se interna
en la vida social y política y se acentúa en las
condiciones económicas y llega, incluso, al ámbito
de las relaciones de los países.
Ninguna región del mundo
está al margen de las transformaciones que se están
operando. En cada nación de diferente manera y en atención
a su grado de desarrollo y estructuración política
se han instaurado procesos de búsqueda y diseñado
alternativas que permiten recuperar condiciones de crecimiento
y afirmar valores e instituciones.
México no es ajeno a esta
dinámica, condiciones internas, situaciones externas nos
plantean con agudeza la necesidad de renovar para seguir construyendo.
Lo que hemos hecho es nuestro patrimonio, lo que tenemos que hacer
y la dirección en que nos movemos construyen precisamente
la esencia del Tercer Informe de Gobierno del Presidente De la
Madrid.
La necesidad de la transformación
afloró en la conciencia de todos como una respuesta a una
situación crítica, pero el análisis de los
problemas, de sus causas ciertas y profundas llevó al convencimiento
de que enfrentar los retos del presente implica acometer con decisión
la tarea de renovar, de desechar estructuras obsoletas, pero también
de reafirmar aquello que no ha sido nuestra condición de
superación a través de los años como nación
independiente.
México no puede intentar
soluciones que sólo permitan el crecimiento acelerado y
cancelen las posibilidades de reforma social o de realización
de los valores humanos; como tampoco se pueden plantear utopías,
que sobrepongan la realización de derechos y libertades
de las condiciones de viabilidad; en el mundo ya se ha permitido
la magia que en otros tiempos producía la idea de que la
modernización tenía que seguir la ruta de las sociedades
industriales con la esperanza de una ciudad plena de igualdad
que ha derivado en la cancelación de las libertades individuales
y exceso de burocracia.
No hay modelo preciso de seguir,
cada país tiene que tener la imaginación, la fuerza
y la decisión de abrirse en un mundo complejo y encontrar
sus propias soluciones, de plegar un proyecto que pueda combinar
la fuerza de la organización social, la capacidad de la
conducción estatal con la realización plena de las
aspiraciones y los valores de la población; tenemos que
ponderar con serenidad y objetividad dónde estamos, qué
poseemos, hacia dónde tenemos que ir, a qué velocidad
y cómo lo vamos hacer.
México es un país
con recias tradiciones, el apego a la nación nos viene
de generaciones cuyo único objetivo inmediato era legarnos
unidad e integridad; ensayando, avanzando y retrocediendo a veces,
se concibió a la nación como ámbito propicio
para el ejercicio de la libertad y la práctica de participación,
la organización añeja de nuestra sociedad, fue el
sustento para defensa de nuestros valores y costumbres, a la vez
que el sostén que permite el surgimiento de nuevas configuraciones
y se da paso a nuevas formas de articulación de nuestra
estructura social.
Los mexicanos tenemos que decirlo
con orgullo y distinción, forjamos un pacto constitucional
que recoge esta tradición, no con el solo ánimo
de conservación, sino porque a partir de ello se podía
plantear una dirección viable a la nación, una dirección
que permitiera forjar un país estable con condiciones de
paz y unidad interna; que permitiera el disfrute de derechos sociales
y libertades. En este sentido, nuestra constitución se
convierte en crisol de nuestra historia, plataforma de nuestro
presente y proyecto de nuestro futuro.
A partir de la Constitución
se han creado los elementos esenciales que nos permiten hoy, frente
a dificultades de toda índole, mirar con confianza el futuro.
Un régimen republicano con
énfasis presidencial que cumpliendo con los preceptos legales
renueva formas democráticas en su quehacer; una sociedad
libre que se organiza declarando de interés público
a los partidos políticos con cauces amplios de participación,
espacios que permitan y señalan el ánimo de perfectibilidad
con que se conciben nuestros procesos políticos.
Conducción estatal ordenada
con capacidad de respuesta firme, con un gobierno que surge de
los diferentes estratos de la sociedad civil, la cual es profunda,
clara e indudablemente representativo.
Todos queremos una nación
justa; por ello, nosotros pensamos que sensatamente el mejor ejercicio
gubernamental y la mejor dirección de nuestro futuro se
tendrá que dar dentro de los lineamientos constitucionales.
Podemos debatir sobre el hacer,
reconocer errores en tal o cual medida, incluso conceder que puede
postularse aquí frente a un problema dado una solución
mejor; pero no podemos plantearnos las transformaciones y la justicia
abandonando lo mejor que tenemos.
De ahí que los ejes fundamentales
de la propuesta del gobierno de Miguel de la Madrid, sean la reafirmación
del nacionalismo revolucionario y la renovación social.
Nacionalismo revolucionario como
reafirmación de lo que nos da unidad, identidad y sentido
del rumbo, nacionalismo revolucionario que se nutre de la reafirmación
de los más altos valores del pueblo mexicano, respeto a
las libertades individuales, afirmación de los derechos
sociales, régimen republicano, división de poderes,
representación y federalismo.
Renovación nacional, que
con apego a las metas constitucionales exige la revisión
profunda, seria y responsable de diversas áreas de nuestra
configuración institucional. Hay que fortalecer una, cancelar
otras y abrir nuevos cauces y formas de relación entre
Estado y sociedad.
Se tiene un programa de Gobierno
que desde el principio enunció los distintos frentes y
las medidas a tomar. En lo político había que fortalecer,
y así se hizo, la conducta institucional, apegarse al derecho,
mantener las libertades y apegarse en las instituciones para emprender
las tareas que la situación demandara; además el
derecho a la realidad nacional y hacer de éste el mejor
instrumento para mantener vigente la posibilidad del cambio.
En lo económico, depurar
estructuras, renovar los instrumentos de conducción, hacer
frente a lo urgente, pero sin perder de vista lo inmediato que
requiere de transformaciones profundas. Todo ello, para controlar
la inflación, recuperar la capacidad de gestión
estatal, el crecimiento de la economía y la creación
de empleos.
Había que reconocer que la
escasez de recursos imponía modificaciones de fondo restablecer
condiciones mínimas de operación eficiente era lo
que la sociedad demandaba.
En lo social, ratificar el compromiso
ante las graves carencias de la población y buscar mantener
los niveles de satisfacción a que se había llegado;
las inequidades no se pueden soslayar, pero tampoco se pueden
diseñar programas que les hagan frente al margen de las
situaciones económicas de la nación, pues lo que
hoy se otorga sin sustento productivo, mañana se revierte
negativamente en forma más aguda y apremiante.
El Estado ha sido pivote de nuestro
desarrollo, los planteamientos doctrinarios que lo niegan no calan
en la realidad nacional; la reforma institucional ha sido amplia,
ha combinado la precisión de atribuciones y estructura
con el reconocimiento de que el momento exige nuevas formas de
relación entre Estado y sociedad.
Pero veamos cuál ha sido
esta realidad nacional en el pasado reciente. El año de
1982 se cerraba con una perspectiva caótica en el ámbito
económico; la planta productiva casi paralizada por serias
presiones de liquidez amenazaba con derrumbarse; la espiral inflacionaria
crecía atentando contra los niveles de ingreso y bienestar
de los trabajadores; el déficit público se veía
aumentado por la pasada carga de la deuda y las fuentes para financiarla
estaban estáticas; no había posibilidad de conseguir
más crédito de la banca internacional y la balanza
comercial presentaba severas tendencia deficitarias.
México se enfrentaba a la
parálisis de su aparato productivo y se declaraba insolvente
frente a los compromisos adquiridos con la banca internacional,
incluso llegó a concertar con nuestros acreedores una moratoria
parcial que nos diera margen ante los muchos adeudos cuyo vencimiento
inmediato amenazaba la viabilidad económica del país.
En ese año, al igual que
México, otros países del mundo también se
vieron impactados ante los embates de una crisis generalizada,
en la que las vicisitudes económicas de las naciones trascendieron
sus fronteras y repercutieron en el devenir de otras sociedades.
Es de todos conocido que no somos
el único país que nos ha tocado transitar por caminos
sinuosos y con obstáculos; sin embargo, tenemos nuestra
propia forma de ver las cosas y de actuar acorde a nuestras condiciones
estructurales no sólo económicas sino sociales,
políticas y culturales.
El Gobierno de México optó
por darle la cara a los problemas cuidando que la atención
a la coyuntura no llevara a olvidar la estructura, pues muchas
veces las causas de lo que hoy padecemos están en ella.
Se eligió el camino difícil,
pero el correcto, de debatir frontalmente la inflación
reduciendo el déficit presupuestal, eliminando ficciones
en la economía, mejorando precios y costos de las empresas
paraestatales en busca de equilibrio, incrementando la eficiencia
y la productividad, invirtiendo con rigor y con cautela y jerarquizando
estrictamente nuestras inversiones, redocumentando la deuda externa
e implantando fórmulas operativas para el funcionamiento
armónico y complementario de los tres sectores que componen
nuestra economía mixta dentro de la rectoría del
Estado.
Al cabo de tres años hemos
superado los momentos más graves de la crisis, se produjo
un descenso, si bien no el esperado, pero sí un descenso
importante en el ritmo del crecimiento de la inflación.
Se evitó que el nivel de
desempleo se generalizara, la renegociación de la deuda
ha permitido aliviar las presiones de liquidez abriendo nuevas
expectativas para recuperar el crecimiento económico. Pero
los problemas aún existen, son problemas que ya conocemos
y si bien nos preocupan, el avance logrado nos hace más
seguros de ellos.
Pero rechazamos lo que en esta tribuna
por parte del representante y vocero del Partido Revolucionario
de los Trabajadores se expresó en el sentido de que el
informe ocultaba información en relación a distintos
aspectos como los del empleo, como los de la nutrición,
la salud y la situación por la que atraviesa nuestra juventud.
Hay elementos que ciertamente en
el cuerpo del documento que el señor Presidente no leyó,
no aparecen con la amplitud que en los anexos del mismo se expresan.
Yo convoco a los compañeros
del Partido Revolucionario Institucional, a que en sesiones posteriores
de las comisiones de Programación, Presupuesto y Cuenta
Pública, así como en la Comisión de Hacienda
y Crédito Público, hagamos un análisis detallado,
pormenorizado de las implicaciones de la información que
los anexos del tercer informe contienen.
No hemos vencido en su totalidad
a la crisis. Pero no estamos ni con mucho por la crisis vencidos.
Tenemos capacidad de hacer, de crecer, los tiempos difíciles
son tiempos para decidir y para cambiar, para que en la coyuntura
se den soluciones de estructura; que lo circunstancial no nos
haga perder de vista lo sustancial y permanente.
La reestructuración del sector
público está trascendiendo la dimensión coyuntural.
Su tamaño se está ajustando a lo que en realidad
puede sostener sin perder la responsabilidad de rectoría
del desarrollo.
El Estado está basando su
fuerza en un respaldo democrático y no en las dimensiones
de su aparato burocrático. La racionalización del
sector industrial estatal con la venta, transferencia o liquidación
de las empresas no estratégicas ni prioritarias, es una
respuesta ante la necesidad de concentrar la acción para
hacer más eficiente la operación y reforzar la rectoría
en lo que la Constitución determina.
La participación de la empresa
pública en la economía mexicana, no se basa en planteamientos
ideológicos políticos importados, que se plantean
entre márgenes de estatización o privatización,
México tiene su propio sistema de economía mixta.
La disyuntiva no es empresa pública o empresa privada,
sino la empresa nacional frente al contexto internacional.
En nuestra realidad actual todas
las iniciativas, privada, social y pública, tienen un papel
específico en el desarrollo económico y social de
México, papel que le ha brindado nuestra propia evolución
histórica y la consolidación de nuestro régimen
constitucional.
Los tiempos son difíciles,
difíciles para decidir y para cambiar. Ante una situación
financiera que no daba margen a la ineficiencia ni al dispendio,
el sector público optó por una firme política
de racionalización del gasto que atendiera al volumen de
recursos disponibles sin descuidar lo prioritario, y esto es lo
que ha venido haciendo, atender a lo verdaderamente prioritario.
Por eso estamos en contra de lo
aquí expresado por el compañero diputado representante
del Partido Auténtico de la Revolución Mexicana,
quien enumeró con ausencia de información sólida
el retraso y la suspensión de una serie de obras importantes
para el desarrollo en distintos ámbitos de nuestra economía.
De las que él mencionó,
to exterior. En ello, se combinan
necesidades internas con fenómenos internacionales. En
lo interno, nuestra población tiene derecho a contar con
un aparato productivo competitivo, eficiente, capaz de satisfacer
sus necesidades con productos que tengan la calidad y el precio
adecuados.
En lo externo, tenemos que forjar
una nueva inserción de nuestro país en el comercio
internacional. Competir y exportar más y mejores productos
manufacturados, pues sólo así podremos tener los
recursos que nos permitan basar nuestro desarrollo en nuestra
propia capacidad de producción. No hay mejor manera de
ser independientes que dependiendo de nosotros mismos.
Hoy no sólo debemos plantearnos
se habían venido dando entre el servicio público
y los grupos sociales; afectan porque la racionalización
se tiene que dar en la oferta de los servicios y en la demanda
de los mismos.
No es papel del Gobierno ofrecer
todo; tampoco busca sostener niveles artificiales de vida. La
distribución de estímulos tiene que tener criterios
más claros de beneficio social y de eficiencia productiva.
Hay, hoy, mayor claridad en los criterios que permiten jerarquizar
la distribución de los recursos.
En un mundo interdependiente como
en el que vivimos, debemos replantearnos también las bases
sobre las cuales se han de dar nuestras relaciones con el exterior,
como nación, como sociedad y como economía. Si bien
es cierto que tenemos que reforzar la defensa de nuestros intereses
ante la comunidad internacional, tenemos que estar conscientes
que el sistema de relaciones internacionales en el que nos ha
tocado vivir, presenta tendencias a la disgregación y a
la polarización.
Sensatamente, no podríamos
pensar en soluciones unilaterales que sólo acentuarían
esos rasgos negativos. Tenemos que pugnar porque en las relaciones
internacionales, en ellas prive la esencia de la acción
política. Esto es la negociación, el diálogo,
porque sólo de esa manera podremos encontrar situaciones
convenientes para y en un nuevo orden internacional.
Esta conducta general explica la
actividad que el Gobierno mexicano ha asumido en un tema muy socorrido
en esta sesión de la LIII Legislatura, que es la renegociación
de la deuda, pues como fenómeno político que es,
se ha avanzado negociando, no se ha concluido.
El problema de la deuda persiste;
existe. Está presente. Sin embargo, tenemos que estar atentos
a los cambios que el panorama internacional va sufriendo, para
tomar las decisiones que sin aislarnos, convengan mejor a los
intereses generales de la nación.
De igual forma, tenemos que plantearnos
nuestras relaciones comerciales con el exterior. En ello, se combinan
necesidades internas con fenómenos internacionales. En
lo interno, nuestra población tiene derecho a contar con
un aparato productivo competitivo, eficiente, capaz de satisfacer
sus necesidades con productos que tengan la calidad y el precio
adecuados.
En lo externo, tenemos que forjar
una nueva inserción de nuestro país en el comercio
internacional. Competir y exportar más y mejores productos
manufacturados, pues sólo así podremos tener los
recursos que nos permitan basar nuestro desarrollo en nuestra
propia capacidad de producción. No hay mejor manera de
ser independientes que dependiendo de nosotros mismos.
Hoy no sólo debemos plantearnos
la necesidad de producir más, debemos determinar cómo
vamos a hacerlo y para qué mercados serán nuestros
productos. Persiste la exigencia de contar con una planta productiva
integrada que sea menos vulnerable ante los cambios en las condiciones
externas y que sea capaz de satisfacer la demanda interna y producir
para exportar.
En una sociedad como la mexicana,
donde las relaciones se dan desde el trabajador no asalariado
hasta el profesionista pasando por campesinos y por obreros, los
temores ante la crisis también son diversos. El Gobierno
de México no ha optado por la aplicación indiscriminada
de medidas restrictivas como aquí se ha dicho; al contrario,
soslaya los aspectos sociales de la crisis.
Junto a las severas medidas de reordenación
económica, se han puesto en marcha programas de generación
de empleo, de suplemento de los salarios reales y se ha reforzado
las acciones de prioridades sociales como vivienda, agua potable,
salud, educación y abasto, tampoco se desatiende lo productivo.
En México se siguen construyendo
empresas, se amplían viejas carreteras y se construyen
nuevas, se electrifica el campo y la ciudad.
Todos los logros y las decisiones
que el Tercer Informe de Gobierno del Licenciado Miguel de la
Madrid nos presenta, refleja claramente que hay una concepción
equilibrada sobre lo que el país requiere y lo que puede,
hacia dónde tenemos que ir y cómo lo habremos de
ir haciendo.
La consistencia en lo que se hace
y la resistencia frente a los problemas son las armas del estadista.
En un mundo de incertidumbre, esto permite reaccionar y actuar.
Para finalizar quisiera hacer pública
mi discrepancia en torno a lo aquí expresado por el compañero
Jorge Alcocer, del PSUM. El habla de que no se han cumplido con
los objetivos del FIRE, que se plantearon metas en distintos ámbitos
de nuestra situación económica. Y para ejemplificar
se refiere él al de la inflación. Ciertamente la
inflación ha sido uno de los problemas torales de nuestra
economía y a su solución, al decrecimiento de su
ritmo es a lo que se ha avocado la política económica
del gobierno de Miguel de la Madrid.
Es falso que solamente la política
económica para abatir los índices inflacionarios
se concentre en aspectos estrictamente de demanda. Reiteradamente
se ha dicho que también existen problemas severos, tradicionales
y de obsolescencia por el lado de la oferta.
Por ello, es que en los programas
de desarrollo económico, en el Plan Nacional de Desarrollo
Económico, se habla de incrementar productividad. De incrementar
la eficiencia, de dar agilidad a los mercados distributivos.
Es en ambos lados: en la oferta
y en la demanda, actuando simultáneamente, como se está
dando la batalla en contra de la inflación. Y repetimos,
si bien es cierto que no se han cumplido las metas establecidas
inicialmente la dirección es la correcta pues estamos en
un franco descenso del ritmo inflacionario.
Discrepamos inicialmente de que
la política del presidente Miguel de la Madrid, ha fracasado.
Fracaso si en estos momentos, hoy estuviéramos padeciendo
los estragos de una hiperinflación a la que amenazaba en
1982. Fracaso hubiera sido si estuviéramos en la actualidad
experimentando quiebra masiva de empresas que contribuyeran al
desempleo, de por sí ya grave. Fracaso hubiera sido si
se hubieran cancelado de tajo indiscriminadamente las inversiones
en lo verdaderamente prioritario que es el desarrollo social de
nuestro país.
Para finalizar quisiera recordar
aquí las palabras de un insigne mexicano que nos legara
con su vida de servidor público su fe y esperanza en el
futuro de México, don Jesús Reyes Heroles. Dijo
él: "Estamos conscientes que en el hacer, con frecuencia,
es más difícil enderezar que crear, y tenemos mucho
que enderezar; mas habiendo voluntad política y decisión
lograremos superar las condiciones presentes. Si
observamos nuestra historia vemos que las derrotas que hemos sufrido
han sido siempre o casi siempre autoderrotas; que en cambio cuando
la sociedad ha estado animada a la voluntad de vencer la victoria
se ha alcanzado. Por eso se requiere que dentro de nuestras instituciones
y respetando los distintos modos de pensar afiancemos los valores
comunes y tras ello obtengamos las muchas victorias que el pueblo
de México requiere para alcanzar mejores niveles de vida
material y espiritual".
Muchas gracias.